Pienso en aquellas mujeres que saben lo que quieren, que están determinadas, que son firmes, que buscan su lugar, que saben a dónde van.
Pienso en aquellas que saben buscar la satisfacción de un hombre, y saben satisfacerlo, en aquellas que saben que el sexo es tan natural, como en nosotros, y que saben que la piel es solo una capa límite entre dos seres. Que pueden besarte de una manera inolvidable, y dar en el punto de justo de placer con una sola caricia. Aquellas que disfrutan de nuestras manos, cuando sabemos cómo tratarlas, como amarlas.
Llenas de amor, llenas de pasión, sabiendo que son únicas, pero que son parte de nosotros, una extensión de nuestro cuerpo, aquellas a las que amamos, aquellas a las que protegemos, y que damos la vida por ellas, son esas mujeres, con todas las letras, que no necesitan que les recuerden que son hermosas, lo saben, pero saben seducir con el encanto de las palabras y las miradas.
Cuando su cuerpo se transforma en un templo, cuando su voz es el sonido más anhelado, y su determinación es tan firme como una montaña, esperando que un hombre de verdad, escale hasta su esencia, buscando sus placeres, y sus goces.
Son doncellas, son especiales, son personas para amar, cuidar, respetar y admirar, son luchadoras de causas, algunas madres, otras no, son hermosas, a su manera, en su interior, y su exterior, son tesoros, son invaluables, son la perdición de un hombre enamorado, y son la solución de la soledad.
Una compañía en la noche, un abrazo en la oscuridad, la luz de nuestros ojos en muchos casos… Una mujer puede hacerte tan feliz, como miserable, como triste, como amargo, pero el sentimiento es tan grande, y son aquellas por las que vale llorar, sufrir, esperar y morir…
Cesar Damian Martinez