¿Y ahora hacia donde?
Me encontraba en un vacío sideral, estaba totalmente rígido, no podía verme,
aunque sentía cada parte de mi cuerpo, una sensación lejana entre las sombras.
¿Podía moverme? Claro
que si, de alguna manera el deseo me impulsaba hacia adelante y algo cambiaba.
Una sensación más fresca, sabía que existía, sin embargo no podía entender
donde estaba mi realidad. ¿Todo esto era qué?, ¿Después de que?
Recuerdos, una
palabra, pero antes había otra, conciencia, y antes otra, individualidad y
antes que todo eso: SER.
Ahí lo entendí, estaba
dividido y solo, conmigo.
-¡Solo no!. Grité
Y el eco de mi voz
retumbo por una eternidad.
Hay algo más, me
observa la inmensidad, estoy desnudo ante ella, es mi rostro más sincero el que
tengo ahora, pues no hay piel, no hay músculos ni hueso, lo sé, solo
sensaciones exteriores.
Y ahora lo entendía,
claro que sí, yo contra yo.
Obvio que no estaba
solo, estaba conmigo, recordando porque, lo primitivo y lo esencial.
Recordé el fuego, que
lastima y conforta, que arde con la pasión, lo recordé rojo, lo recordé
avasallante, destructor, recordé el alma, mi individualidad.
Recordé el dolor y la
alegría con la misma ambigüedad, y recordé el azul, el fuego mi alma. Recordé
que la calma puede ser una tormenta violenta para apaciguar el ardor del fuego
mismo.
Recordé que así
existimos, entre fuego y agua, entre el cielo y la tierra, recordé que puedo
pisar, y por lo tanto caer... Y eso fue necesario.
Estaba sumido ante todos
mis quiebres, algo se cayó, la máscara, la de la fortaleza, no podía ocultarme
de mi mismo, claro que no. mire hacia abajo, mientras se alejaba veía ese
rostro tan familiar, era un espejo en el vacío, y recordé porque la usaba.
Lo había perdido todo,
ya no la necesitaba.
Ya no me podía
engañar, otra palabra, engaño, posterior al recuerdo, ¿por qué?
Porque yo mismo me
había consumido de mentiras, de irrealidades, el fuego era dolor y sufrimiento,
logre engañar a la realidad, desde mi cuerpo hacia el exterior, sin embargo...
Sin embargo, ahora entonces, si no había realidad, ¿Estaba muerto? Del cuerpo
al alma, y más profundo, mi ser, y ahí observaba todo, desde la inmensidad, lo
que ardía, lo que no podía ser, lo que no fué, lo que no se completo, lo que
debía volver.
Ese era el paso, ese
era el cambio, volver, entenderlo, recordar, otra vez.
Pero esta vez no
fueron sensaciones, fueron todas mis acciones y ahí recordé porque decidí
arder, no por mí. Y ese fue mi error.
Sin embargo, recordé
también que había cambiado algo, un mundo pequeño, sin importancia para muchos,
la llama se llevo mi alma y me conciencia quedo contemplando lo que había
logrado, paz.
Cesar Damian Martinez